Cuando la SIC toca la puerta

La Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) posee facultades de inspección extraordinarias en materia de libre competencia. Puede presentarse en una empresa sin previo aviso y sin orden judicial​, exigiendo acceso a prácticamente cualquier información que considere relevante. Sus funcionarios están autorizados incluso para revisar dispositivos electrónicos personales de empleados o directivos en busca de pruebas.

Entre las agencias de competencia del mundo, pocas tienen tanto margen de acción. Mientras que en jurisdicciones como Brasil, Chile o incluso la Unión Europea, las visitas sorpresa —los llamados dawn raids— exigen autorización judicial previa, ya sea de jueces o tribunales especializados, en Colombia basta con una orden administrativa interna de la propia SIC. En contraste, la Fiscalía General de la Nación, por ejemplo, sí requiere autorización judicial para realizar allanamientos, registros o interceptaciones. Si bien la SIC no allana ni intercepta, puede solicitar el ingreso a las instalaciones, requerir dispositivos electrónicos —como celulares, tabletas o computadores, incluso personales si contienen información empresarial— y copiar su contenido. Negarse a atender estos requerimientos puede dar lugar a investigaciones y sanciones por obstrucción.

Una visita mal manejada puede acarrear consecuencias jurídicas, operativas y reputacionales muy serias. Obstruir o entorpecer la diligencia es en sí misma una infracción sancionable. Se consideran obstrucción conductas como impedir o retrasar el ingreso de los funcionarios, no atender sus solicitudes, negar equipos electrónicos requeridos o borrar información durante la visita​. La SIC ha demostrado rigor frente a estas actitudes, desde 2019 ha multado a más de 15 empresas por obstruir visitas o incumplir órdenes, imponiendo más de $48.000 millones de pesos en multas​. La ley de competencia prevé sanciones de hasta 100.000 salarios mínimos para la empresa y hasta 2.000 salarios mínimos a título personal para los facilitadores​, de modo que incluso directivos o empleados arriesgan su patrimonio si sabotean una visita.

La reputación corporativa también está en juego, ya que la SIC suele divulgar estas actuaciones en redes sociales y medios​, por lo que una visita puede convertirse en titulares de noticias. Verse públicamente asociado a una investigación de la SIC supone un golpe reputacional significativo a la imagen de cualquier compañía, aun si luego se comprueba su inocencia.

La sorpresa es un elemento esencial de estas diligencias​, ya que al llegar sin aviso se evita el ocultamiento o destrucción de documentos y se previene la falta de espontaneidad en declaraciones. Recientemente, la SIC ha intensificado el uso de estas facultades, realizando inspecciones en empresas de diversos sectores durante etapas preliminares. Es decir, no hace falta que exista aún un proceso formal abierto, ya que la entidad puede recaudar pruebas tempranas que luego sustenten la apertura de una investigación.

En lo operativo, una visita sorpresa irrumpe en la rutina y puede paralizar las actividades de la empresa. Personal de nivel directivo y de sistemas suele apartarse de sus funciones para atender a los funcionarios, y los equipos (computadores, teléfonos) pueden quedar incautados temporalmente para copia forense. Si la empresa no está preparada, el caos inicial puede agravar la situación y prolongar la inspección o incluso terminar en una obstrucción. En cambio, contar con protocolos claros, entrenamiento previo y asesoría experta permite manejar el evento con orden, cumpliendo las órdenes sin dilación y reduciendo daños colaterales. La preparación es la mejor defensa posible. En este escenario, el peor error no es infringir la norma, sino no estar listo cuando golpean la puerta.